viernes, 19 de febrero de 2010

EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES

Pues sólo hasta morir y hasta matar
es el amar, amar.
Y que quede bien claro en el oficio,
señor fiscal, señora mecanógrafa,
señoritas del santo tribunal,
señoritos de la sagrada toga:
no he dicho hasta morir o hasta matar.
No he empleado disyunción, ni dejado entreabierta
a modo de esperanza
la puerta del resguardo.
He dicho hasta morir y hasta matar.
El crimen del amor no hace distingos
entre asesino y víctima.
El crimen del amor se limita a mostrarnos
en un único gesto
(beso, abrazo, palabra, mordedura)
el rostro doble que hay bajo la máscara.
No van a entender nada
si me condenan a la silla eléctrica
por un par de homicidios original y copia
y no advierten que aquí reflejo y rostro
son una misma cosa sin dejar de ser dos.
Y morir de esa forma,
morir sin entender por obra del amor
(obra corazón roto, ojos cerrados
y filo a flor de sangre bajo piel)
constituye, lo diga o no la ley
el único delito verdadero:
el cándido delito que se ignora condena.

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